La Malinche o Malintzin
D. Arroliga
Bella princesa Maya/Mexica, quien se ha convertido en un ícono controversial en nuestra cultura mesoamericana. Su nombre ha sido convertido en eufemismo para denotar traición o ser vendepatria.
Como linguista, y al margen de las opiniones de un lado y del otro, tengo que admirar el trabajo, belleza, y audacia de esta muchacha quien fue vendida por sus padres como esclava a un poderoso jefe Maya y fue llevada desde Tenochtitlán hasta Yucatan, desterrada desde niña. Cuando Hernán Cortés llegó a México, su único intérprete era Fray Gerónimo de Aguilar, quien por haber estado cautivo entre los Maya hablaba ese idioma. Antes que Malintzin aprendiera el español, las conversaciones de Cortés a través de sus interpretes sucedian así: Cortés preguntaba algo en español a fray Gerónimo. Este traducía al Maya para Malintzin, y ésta traducía al Náhuatl para Moctezuma. El Emperador Azteca respondía en Náhuatl y volvía la cadena hasta llegar de nuevo a Cortés.
Los españoles llamaron a Malintzin con su nuevo nombre Cristiano, Doña Marina. ¿Se aprovechó ella y manipuló al conquistador en contra de los Aztecas? ¿Por qué no? Si ella no tenía ninguna lealtad por el pueblo que la vendió. ¿Debemos estigmatizarla? Habría que estar allí para juzgar y ser justos con su situación. Para mi, Malintzin se convirtió en la primera traductora e intérprete del Nuevo Mundo. Malintzin tendría entre 17 y 19 años cuando Cortés la tomó para sí, y según el historiador Bernal Díaz del Castillo, era bella, muy bella.
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