Cuando XÓLOTL se convirtió en Santo Domingo
(contado por Nabucodonosor Ñurinda, alrededor del año 1934)
Me contaba mi abuela María Ney que un campisto de Nejapa de nombre Nabucodonosor Ñurinda le contó que por varios siglos los descendientes de los Nahuas de la orilla sur del Lago Xolotlán habían celebrado la primera cosecha al comenzar la canícula. Este antiguo rito ceremonial rítmico anual tenía lugar al llegar la pausa de la temporada de lluvias en el mes conocido por los cristianos como agosto. Con festividad y alegría los hijos de la tierra de Managua bailaban, comían, bebían y disfrutaban de buen sexo para honrar al dios-perro Xólotl, en gratitud por su concedida abundancia. Ellos adornaban un bote con frutas y hortalizas, flores y hierbas, el cual navegaba triunfalmente por el lago en alegre celebración... hasta que ellos llegaron: los odiados y temidos, hediondos y pálidos extranjeros come-chancho. Trajeron la infernal vara de fuego que mataba a larga distancia, una gran bestia que pisoteaba con sus raras pezuñas a guerreros, mujeres, y niños. Y, horror, trajeron también enfermedades diabólicas que diezmaron la población.
Los conquistadores tenían un porte blanquecino enfermizo, una gran ambición por el metal amarillo, y un olor ofensivo debido a su aversión al baño. Estos barbudos decían que tenían un dios poderoso con gran control sobrenatural. Sin embargo, el pueblo no podía entender cómo un individuo torturado y sangrante podría ser tan grande como el Todopoderoso Tamagastad, el gran guerrero. El dios de los blancos era un ser debilucho y torturado clavado a un poste que parecía ya muerto. Pero los sacerdotes blancos sembraron este palo por todas partes y herraban a las personas con agua... y entonces, la gente se comenzó a morir de las enfermedades traídas por los barbudos, y el dios colgado en el palo ganó adeptos. Por supuesto no estaba solo, estaban su madre, su padre, una paloma, y muchos guerreros y mujeres poderosas llamados ángeles, santos, y vírgenes.
La aldea indígena a orillas del lago Xolotlán vino a llamarse Santiago de los Caballeros de Managua. Santiago, un gran guerrero blanco se convirtió en su protector. El pueblo sin embargo continuó celebrando su fiesta anual en la canícula con mucho jolgorio, jugo de maíz fermentado, y baile.
Un día, un indio campesino encontró una pequeña estatua de un hombre vestido de sacerdote acompañado por un perro, en un tronco hueco. Lo trajo a la ciudad, a la iglesia. El sacerdote inmediatamente reconoció la estatuilla como Domingo de Guzmán, un cura católico reformista de la época medieval, quien se unió a la Santa Inquisición. Astutamente, se aprovecharon los sacerdotes del conquistador de este hallazgo fortuito para manipular y convertir el "paganismo" de los indios a la fe Católica. Finalmente encontraron una forma para cambiar la ancestral celebración de agosto en una peregrinación cristiana, o por lo menos así esperaban, habiendo Santo Domingo domesticado a Xólotl. Y entonces cuidadosamente, se las arreglaron para que la estatuilla se mantuviera desapareciendo misteriosamente de Managua sólo para reaparecer en las montañas al sur de la ciudad donde se había originalmente descubierto, creando así un "milagro". La imagen de este Santo con su perrito había reemplazado la celebración en honor del dios Xólotl.
Pronto se convirtió en una celebración cristiana con los indios encontilados fabricantes de carbón de las Sierras que bajaban a la ciudad para ser recibidos por los caballeros (desfile hípico) de Santiago en un lugar llamado "gancho de caminos", en la bifurcación del camino a Masaya y "Las Sierritas". Pronto el bote ya no navegó las aguas claras de la Xolotlán, si no que fue construido para encontrarse con la estatuilla del visitante Santo Domingo en el tope del gancho de caminos justo fuera de la ciudad.
En marzo del año cristiano de 1931, Managua fue borrada de la faz de la tierra en menos de un minuto por un terremoto. La misma suerte corrió la antigua iglesia de Santiago. Pero en agosto, sin descanso como siempre, Santo Domingo visitó la capital. La celebración había sobrevivido a la de la de Santiago. Xólotl se había convertido en un Santo.
(contado por Nabucodonosor Ñurinda, alrededor del año 1934)
Me contaba mi abuela María Ney que un campisto de Nejapa de nombre Nabucodonosor Ñurinda le contó que por varios siglos los descendientes de los Nahuas de la orilla sur del Lago Xolotlán habían celebrado la primera cosecha al comenzar la canícula. Este antiguo rito ceremonial rítmico anual tenía lugar al llegar la pausa de la temporada de lluvias en el mes conocido por los cristianos como agosto. Con festividad y alegría los hijos de la tierra de Managua bailaban, comían, bebían y disfrutaban de buen sexo para honrar al dios-perro Xólotl, en gratitud por su concedida abundancia. Ellos adornaban un bote con frutas y hortalizas, flores y hierbas, el cual navegaba triunfalmente por el lago en alegre celebración... hasta que ellos llegaron: los odiados y temidos, hediondos y pálidos extranjeros come-chancho. Trajeron la infernal vara de fuego que mataba a larga distancia, una gran bestia que pisoteaba con sus raras pezuñas a guerreros, mujeres, y niños. Y, horror, trajeron también enfermedades diabólicas que diezmaron la población.
Los conquistadores tenían un porte blanquecino enfermizo, una gran ambición por el metal amarillo, y un olor ofensivo debido a su aversión al baño. Estos barbudos decían que tenían un dios poderoso con gran control sobrenatural. Sin embargo, el pueblo no podía entender cómo un individuo torturado y sangrante podría ser tan grande como el Todopoderoso Tamagastad, el gran guerrero. El dios de los blancos era un ser debilucho y torturado clavado a un poste que parecía ya muerto. Pero los sacerdotes blancos sembraron este palo por todas partes y herraban a las personas con agua... y entonces, la gente se comenzó a morir de las enfermedades traídas por los barbudos, y el dios colgado en el palo ganó adeptos. Por supuesto no estaba solo, estaban su madre, su padre, una paloma, y muchos guerreros y mujeres poderosas llamados ángeles, santos, y vírgenes.
La aldea indígena a orillas del lago Xolotlán vino a llamarse Santiago de los Caballeros de Managua. Santiago, un gran guerrero blanco se convirtió en su protector. El pueblo sin embargo continuó celebrando su fiesta anual en la canícula con mucho jolgorio, jugo de maíz fermentado, y baile.
Un día, un indio campesino encontró una pequeña estatua de un hombre vestido de sacerdote acompañado por un perro, en un tronco hueco. Lo trajo a la ciudad, a la iglesia. El sacerdote inmediatamente reconoció la estatuilla como Domingo de Guzmán, un cura católico reformista de la época medieval, quien se unió a la Santa Inquisición. Astutamente, se aprovecharon los sacerdotes del conquistador de este hallazgo fortuito para manipular y convertir el "paganismo" de los indios a la fe Católica. Finalmente encontraron una forma para cambiar la ancestral celebración de agosto en una peregrinación cristiana, o por lo menos así esperaban, habiendo Santo Domingo domesticado a Xólotl. Y entonces cuidadosamente, se las arreglaron para que la estatuilla se mantuviera desapareciendo misteriosamente de Managua sólo para reaparecer en las montañas al sur de la ciudad donde se había originalmente descubierto, creando así un "milagro". La imagen de este Santo con su perrito había reemplazado la celebración en honor del dios Xólotl.
Pronto se convirtió en una celebración cristiana con los indios encontilados fabricantes de carbón de las Sierras que bajaban a la ciudad para ser recibidos por los caballeros (desfile hípico) de Santiago en un lugar llamado "gancho de caminos", en la bifurcación del camino a Masaya y "Las Sierritas". Pronto el bote ya no navegó las aguas claras de la Xolotlán, si no que fue construido para encontrarse con la estatuilla del visitante Santo Domingo en el tope del gancho de caminos justo fuera de la ciudad.
En marzo del año cristiano de 1931, Managua fue borrada de la faz de la tierra en menos de un minuto por un terremoto. La misma suerte corrió la antigua iglesia de Santiago. Pero en agosto, sin descanso como siempre, Santo Domingo visitó la capital. La celebración había sobrevivido a la de la de Santiago. Xólotl se había convertido en un Santo.
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