Batalla de San Jacinto: Mitos y Realidades
Por D. Arroliga
Por muchos años, mientras estuve en primaria y secundaria, me llevaron muchas veces a la Hacienda San Jacinto en excursiones escolares. Nos bajábamos del bus y los maestros luego d...e dedicarnos unos 10 minutos para explicarnos el lugar y enseñarnos la urna de armas dentro de la casona, nos daban rienda suelta para pulular por el lugar. Lo que hacíamos era subirnos al cerro al este de la casa y enlodados fumarnos un cigarro a espaldas de los maestros. Nunca realmente nos explicaron cómo fue la batalla ni nos aclararon que ninguna de las armas de la famosa urna eran de la época, si no pistolas más recientes.
Me toca ahora aclararos, mis queridos lectores, sobre los mitos que nos contaron los libros de historia y que ahora podemos develar con información mejor documentada. Las fuentes que nos dan información sobre San Jacinto son primariamente los mismos actores y testigos oculares, incluyendo el Parte de Guerra del coronel José Dolores Estrada, y por supuesto, el libro del propio William Walker publicado después de su muerte en 1860.
En 2006, un grupo de arqueólogos e historiadores exploraron la hacienda con instrumentos electrónicos y rastreadores de metales. Lo que ellos encontraron fue una historia distinta de la que nos contaron en la escuela. Inclusive, encontraron los restos completos de un cadáver de un filibustero, que murió con las botas puestas y fue enterrado por los soldados nicas (ver foto). Encontraron muy poca evidencia de un tiroteo de 5 horas. San Jacinto es el único campo de batalla de la Guerra Nacional que se mantiene igual a como era hace 156 años. Las balas de los filibusteros todavía se encuentran incrustadas en las gruesas paredes de adobe de la Casa.
El mito cuenta de 300 filibusteros armados con rifles de repetición (el rifle de repetición se inventó hasta 1860 Henry y Spencer, y hasta 1873 el Winchester) y vestidos de uniforme azul, como el ejército norteño estadounidense. Nos cuenta de una batalla que duró 5 horas y de una cruenta lucha cuerpo a cuerpo entre los odiados filibusteros y los descalzos nicas.
Los datos arqueológicos e información reciente contradicen esto y nos presentan el siguiente escenario: Unos 70 filibusteros jefeados por Byron Cole, quien era abogado no soldado, voluntarios civiles de Masaya y Managua (no eran parte del ejército de Walker) atacaron San Jacinto en la madrugada del 14 de septiembre de 1856. Este era el segundo ataque en dos días por los gringos. La Hacienda quedaba en una encrucijada por la que Walker se abastecía de carne y víveres de Chontales y Matagalpa. Los filibusteros venían armados con el modernísimo rifle Sharps modelo 1853 y, por primera vez en la guerra contra Walker, armados también de revólveres Colt calibre 44. Se dividieron en tres grupos y atacaron la casa hacienda al descubierto, encontrándose de frente con 60 indios flecheros de Matagalpa y unos pocos soldados legitimistas parapetados detrás de los corrales de piedra. Aunque los indios flecheros los lograron contener (algunos con piedras como el sargento Castro), al acercarse a la casa, donde estaba el grueso de los 160 hombres de Estrada, este esperó se acercaran y disciplinadamente ordenó una descarga de fusilería (rifles de chispa españoles calibre 69 modelo 1803) la cual cortó de cuajo el avance y abatió a unos 30 gringos.
El resto ya lo saben. Cole se quiso reagrupar, viendo que la casa estaba muy bien defendida se frustró, y luego, en un alarde de astucia, el coronel Estrada ordenó un ataque por la retaguardia, que unido al desboque de la yeguada de la hacienda, puso en fuga a Byron Cole, pensando que llegaban refuerzos. Cole fue alcanzado por los patriotas en la Hacienda San Hildefonso y colgado de un árbol.
Pero, ¿por qué pensó estrada que estaba siendo atacado por 300 hombres? Y ¿por qué creyó que pasaron horas peleando? Bueno, hasta esa fecha, los nicaragüenses no conocían los revólveres. San Jacinto es la primera batalla en que los filibusteros utilizaron revólveres Colt. El coronel Estrada escuchó un tremendo poder de fuego y creyó que los atacaban cientos de gringos. Lo que escuchó fue el estruendo y descargas rápidas de las pistolas, al menos dos por filibustero, más los rifles Sharps que se cargaban por el cerrojo y no por el cañón, como los obsoletos rifles de los patriotas. Estrada estaba acostumbrado a una cadencia de fuego más lenta, además, no se iba a salir a contar sombreros de filibusteros en medio del humo y la balacera. El ruido, el olor a pólvora, la certeza que lo atacaban cientos de filibusteros habría hecho que el angustiado coronel Estrada pensara que pasaron 5 horas. La verdad, la escaramuza duró no más de media hora, tal vez menos. Pienso que la persecución de los horrorizados gringos duró más.
En San Jacinto se nos quitó el miedo a los gringos. Ya no eran tan invencibles como pensábamos. San Jacinto fue una inyección de coraje. No fue la batalla más grande, ni más cruenta de la guerra contra Walker, hubo otras más sangrientas, pero fue importante porque supimos que unidos podíamos vencer a los filibusteros. Los héroes reales y sin nombre de San Jacinto fueron los indios Matagalpas. Casi todos murieron defendiendo la Casa Hacienda desde afuera. Nunca se les dio crédito sino hasta hace unos pocos años.