Monday, December 9, 2013


 
Los últimos días de Walker

D. Arroliga

 

Después de haber sido expulsado de Nicaragua dos veces, William Walker, lo intenta de nuevo como quien dice, la tercera es la vencida. En junio de 1860, llegan y desembarcan cerca de Trujillo, Honduras pequeños grupos de filibusteros en pequeñas embarcaciones para no ser detectados por las autoridades norteamericanas e inglesas. El 25 de junio Walker llega sigilosamente a bordo de la goleta John Taylor a la isla de Roatán.

Partidas de filibusteros llegan en diferentes botes y vapores hasta alcanzar los 200 hombres. El 6 de agosto, Walker y sus hombres se toman Trujillo, y con lujo de violencia y rapiña hacen de las suyas en el puerto robando, saqueando y avasallando personas. Se forma un ejército combinado de guatemaltecos y hondureños. Mientras los ingleses bloquean el puerto de Trujillo, los aliados centroamericanos expulsan a los filibusteros del mismo.

Los filibusteros son perseguidos en medio de la selva y quedan atrapados entre centroamericanos e ingleses. Walker decide rendirse al capitán inglés Norwell Salmon, comandante del vapor Icarus, para no caer en manos de los vengativos centroamericanos. El capitán Salmon, habiéndose previamente arreglado con el general hondureño Alvarez, entrega a Walker a las autoridades de Trujillo el 6 de agosto. Walker y su gente desembarcan en el puerto y Walker es arrestado y confinado a prisión. Sus hombres son desbandados y enviados de regreso a los EEUU.

El 11 de agosto, Walker recibe su notificación de pena de muerte y ejecución que se hará efectiva al día siguiente a las 8am. Walker marcha hacia el lugar de la ejecución con paso seguro, un crucifijo en sus manos y un cura rezando letanías detrás de él. Sentado en el banquillo frente al pelotón de fusilamiento, Walker expresó en voz alta lo siguiente: ‘Soy católico romano. Es injusta la guerra que fue hecha a Honduras por sugerencia de algunos roateños. Los que me han acompañado no tienen culpa, sino yo. Pido perdón al pueblo y recibo con resignación la muerte, si ello fuese un bien para la sociedad’.

Acto seguido, Walker recibe una descarga de 10 fusiles y es enterrado en un sencillo ataúd de madera en el cementerio de Trujillo, donde se encuentra hasta hoy. Era el 12 de agosto de 1860 y Walker tenía 36 años.

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