Los Pañales de Jesús
D. Arroliga
Dice el
evangelista Lucas que la noche que nació Jesús habían pastores cerca de Belén
cuidando sus rebaños (lo que da al traste con la idea que Cristo nació en
diciembre, posiblemente fue en abril), y
que una multitud de las huestes celestiales instruyeron a los pastores a buscar
al bebé en un establo. Les informaron que encontrarían al niño acostado en un
pesebre y envuelto en pañales. ¿En pañales? ¿Qué de raro tiene envolver a un
niño en pañales? ¿Si es algo común, por qué lo anuncian los ángeles como algo importante
de mencionar?
En el mundo
oriental de los tiempos de Cristo, los viajeros se envolvían a nivel de la
cintura y genitales unas tiras de lino que serían utilizadas en el caso que alguien
muriera durante la travesía. Si era así, entonces lo envolvían en esa especie
de mortaja para preservar el cadáver hasta que llegaran a su destino. Así lo
hizo José, siguiendo la tradición, y la llegar a Belén sin un centavo y sin
encontrar posada, fueron a parar al lugar donde guardaban los animales de los
viajeros. Esto en sí no es malo ni humillante. El establo era tal vez el lugar
más calientito y de mayor privacidad para la parturienta, sin mencionar que era
más conveniente para los otros viajeros hospedados, evitando así escuchar los
gemidos y ruidos del parto, así como el llanto del recién nacido.
Al nacer
Jesús, su papa Chepe se desenrolló las tiras de lino o pañales, que también le
servían de calzoncillos, y María envolvió a su bebé en ellos. La costumbre data
desde los tiempos del rey David. La connotación de los pañales va más allá sin
embargo de su explicación prosaica. La costumbre era familiar, siendo Jesús del
linaje de David, fue envuelto como se envuelve a un rey, en la misma mortaja simbólica
que se usó para su muerte. Como quien dice, nacimiento y mortaja, del cielo
bajan.